Que la educación está cambiando no es ningún secreto, sino que es una realidad que debemos aceptar y a la que debemos unirnos. Ya no me refiero ni a leyes ni a psicología infantil, sino a la concepción del individuo que impera sobre la educación, una concepción que se impregna de las nuevas formas de pensar en la sociedad, en lo personal, en lo tecnológico e incluso en lo religioso y metafísico. Todas estas maneras de pensar forman un todo, componentes de la visión del mundo general, permitiéndonos emitir un juicio sin estar desencaminados dentro del marco social que nos rodea.
Es increíble darse cuenta lo poco que fue cambiando la educación a lo largo de muchos siglos, fruto de una menospreciación y de un elitismo desmesurado. Pero el ser humano no ha parado nunca, es un ser que no es que no quiera, pero no puede estarse un momento quieto (excepción aparte de algún compañero de piso que se pase el día tumbado en el sofá). Así, la llegada de los movimientos renacentista, ilustrado y popular y liberal supuso un cambio de mentalidad, cambio que se hizo efectivo a medias y según el lugar. Pero, con las nuevas concepciones y los grandes avances técnicos, que se suceden de manera ininterrumpida, la educación se ha embarcado en un viaje digno de la mejor montaña rusa. No se está a gusto con el modelo tradicional de escuela.
Este modelo tenía muchísimos inconvenientes, pero lo bueno que tenía era que no se podía encontrar un método que no se hubiese probado. Asimismo los métodos actuales difieren en este punto, pues aunque en general pueden llegar a dar unos resultados exorbitantemente mejores que el modelo clásico, no así están ampliamente preparados para todo, debido a su gran juventud. Causa de este hecho es la abundancia de deficiencias en cuanto a la educación que estamos experimentando: la incultura de algunos universitarios, la ”intoxicación” de información de muchas personas, la generación ni-ni, etc.
Como docentes del cambio, tenemos en nuestro poder la mejor herramienta para conseguir el modelo de educación más perfecto, la voluntad de mejorar. No debemos ser así unos criticones recalcones de cualquier defecto, sino ser capaces de observar el todo y cambiarlo desde la pequeña parte que es el aula.
Que nos encontraremos con dificultades para hacerlo está claro, pero yo deseo intentarlo, ser más fuerte que las personas que se conforman con el malo conocido, vencer el miedo a lo nuevo y experimentar lo que se cree mejor, sabiendo cuando seguir y cuando dejarlo.
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